domingo, 11 de febrero de 2018

El pedo del campesino etíope


El compañero Arnulfo Tirabeque nos ha enviado esta reseña del libro de John Holloway "Cambiar el mundo sin tomar el poder". Ameno texto que nos da a conocer otro interesante autor que había pasado desapercibido entre los cientos de libros que hay en la Biblioteca Colectiva del Ateneo Libertario "Octubre del 36". Es muy gratificante poder recibir reseñas y artículos de las, y los, compañeros que se pasan por la biblioteca. Por ello os animamos a escribir; a pensar críticamente; a enviarnos vuestros textos, sugerencias, denuncias; a pasaros por el Ateneo para coger prestados libros; beberos una cerveza o simplemente conversar.  


EL PEDO DEL CAMPESINO ETÍOPE

Cuando el gran señor pasa, el campesino sabio hace una reverencia profunda y se tira un pedo silencioso” (Proverbio etíope)

En ésta la primera reseña que escribo para el “Eco del Palancia”, trataré de no extenderme mucho y de no aburriros. De esta forma quizá consiga que lleguéis en vuestra lectura hasta el final del texto, que para mi ya sería todo un éxito.

Conocí la existencia de la obra de John Holloway “Cambiar el mundo sin tomar el poder”, a través de  una nota a pie de página de otro libro, cuyo autor es un referente para mi. Ello, unido a un título tan sugerente, despertó en mi las ansias por hacerme con un ejemplar. Empecé a preguntar por él a la gente del Ateneo, y parece ser que el susodicho recorría desde hace ya tiempo, con más pena que gloria, los estantes de su biblioteca.

Finalmente un día di con él -o tal vez él dio conmigo- y decidí, después de observar la portada y leer por encima la sinopsis, adoptarlo por un tiempo. Todavía estaba pendiente de rematar uno de los número de la mítica revista “Raíces”, no recuerdo cual, así que lo acomodé en un rincón de mi casa, a la espera de tiempos más propicios para su lectura.

Y aquel momento llegó. Rápidamente pude entender porque aquel libro había pasado tan desapercibido, a pesar de contar con título que bien podría haber sido concebido por algún prestigioso publicista. Su autor, tras introducir el concepto de “grito” como respuesta humana ante las brutales agresiones del sistema capitalista y desarrollar la tesis por la cual  históricamente toda revolución que ha tratado de conquistar el poder finalmente ha fracasado, o en mejor de los casos ha dejado de serlo, empieza a analizar la obra de Marx, Engels y otros referentes del movimiento comunista y socialista.

Y ahí es donde yo me pierdo. Lo confieso, mi mente no llega a asimilar las ideas (y no-ideas) y conceptos (y no-conceptos) filosóficos y económicos que J. Holloway desparrama entre sus páginas. Digamos que sigo leyendo pero no asimilo, de hecho me aburro. A veces pienso que sería interesante clasificar los ensayos en relación a lo complejidad de su contenido, como hacen con los libros de literatura infantil, aconsejando un rango de edad determinado. De esta forma, quizá podría haber sido consciente que tal obra todavía no estaba al alcance de mi experiencia intelectual.

Lo que os preguntaréis es... ¿cómo tuve la moral de leer sus 294 página sin abandonar tamaña empresa?. Pues porque en el fondo soy de los que piensan que hasta un “infumable” como éste, siempre contiene una joyita en su interior que espera a ser descubierta por un alma perseverante, joyita que en esta ocasión me gustaría compartir con todos vosotros/as:

La dignidad (el anti-poder) existe donde sea que los seres humanos vivan. La opresión implica lo opuesto, la lucha es por vivir como humanos. En todo lo que vivimos cada día, la enfermedad, el sistema educativo, el sexo, los hijos, la amistad, la pobreza o cualquier otra cosa, existe una lucha por hacer las cosas con dignidad, por hacerlas correctamente. Por supuesto, nuestras ideas sobre lo correcto, por vivir moralmente, preocupa durante gran parte del tiempo a la mayoría de las personas. Por supuesto, la moralidad es una moralidad privatizada, una moralidad inmoral, que generalmente evade cuestiones tales como la propiedad privada y, por consiguiente, la naturaleza de las relaciones entre las personas; es una moralidad que se define a sí misma como “hacer lo correcto con quienes nos son cercanos y dejar al resto del mundo librado a su propia suerte”; es una moralidad que, por ser privada, identifica, distingue entre “aquellos que son cercanos” (la familia, la nación, las mujeres, los hombres, los blancos, los negros, los decentes, la “gente como uno”) y el resto del mundo, los que viven más allá del margen de nuestra moral particular. Y sin embargo: en la lucha cotidiana por “hacer lo correcto” existe una lucha por reconocer y ser reconocido y no sólo por identificar, por emancipar el poder-sobre, una furia contra lo que deshumaniza, una resistencia compartida (aunque fragmentada), por lo menos una no-subordinación. Se puede objetar que es totalmente erróneo ver esto como anti-poder ya que, en tanto fragmentada y privatizada, tal “moralidad” reproduce funcionalmente el poder-sobre. Puede argumentarse que, a menos que se tenga conciencia de las interconexiones, a menos que se tenga conciencia política (de clase), tal moralidad privada esta totalmente desarmada contra el capital, o que de hecho contribuye activamente a su reproducción proporcionando la base para el orden y el buen comportamiento. Así es, y sin embargo, cualquier forma de no-subordinación, cualquier proceso de decir “somos más que las máquinas objetivadas que el capital requiere” deja un residuo. Las ideas acerca de lo correcto, aunque estén privatizadas, son parte de la “transcripción oculta” de la oposición, del sustrato de la resistencia que existe en cualquier sociedad opresiva. Ciertamente, el pedo del campesino etíope no hace caer de su caballo al señor que pasa pero, sin embargo, es parte del substrato de la negatividad que, aunque generalmente invisible, puede explotar en momentos de aguda tensión social. Este sustrato de negatividad es la materia de los volcanes sociales. Este estrato de no-subordinación inarticulada, sin rostro, sin voz, tantas veces despreciado por la “izquierda”, es la materialidad del anti-poder, la base de la esperanza.

Juzgar vosotros/as mismos/as si mereció la pena.

Arnulfo Tirabeque 


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bienvenido. Ahora ya se puede decir que eres un nuevo compañero de viaje... Esperamos que tus aportaciones enriquezcan este blog ya que conocemos tu potencial y tu buen hacer, y nos encanta que nos acompañes esta temporada, que seguro que es larga...

Anónimo dijo...

Quizá este es el caso extremo que muestra la distancia que existe entre el hombre de ciencia y “el hombre de la calle”. Los sesudos nos muestran sus lucubraciones que están tan distanciados del pensar infantil o campesino sabio o no sabio que es el mio, que esas predicadas ideas pasan como el viento por mis orejas. El pensamiento del sabihondo que sitúa su psique en un nivel tan elevado no sirve para nada, solo es entendido por otro sabelotodo. El ejemplo que nos muestras creo que además peca en más de una ocasión (no he llegado a leer todo) además de no saber redactar.
Ejemplo : “La dignidad (el anti-poder) existe donde sea que los seres humanos vivan” la dignidad existe en el momento que hay acción que se hace algo, no creo que tenga que ver nada con el anti-poder.
Salud

Cecilio dijo...

Compañer@

Discrepo de tu opinión. El pensamiento, muchas veces, requiere de un lenguaje muy elaborado para poder transmitirlo. El campesino, el obrero o cualquiera, con un poco de esfuerzo, podemos llegar a entenderlo. Lo que pasa es que a veces damos con textos para los que puede que no tengamos una base solida con el que abordarlos. A mi me ha pasado mil veces. La ultima vez con Karl Marx pero eso no me da por vencido y lo intentare una y otra vez hasta conseguirlo y no por ello voy a tomar al autor como un sabiondo. Recuerdo que en la Facultad en la asignatura de "escritura y sociedad" le pedimos al profesor que si podía utilizar un lenguaje mas inteligible para dar la clase y su respuesta fue que era imposible transmitir ese conocimiento sin ese tipo de lenguaje. Me pareció un tío pedante, no entendía nada, pero luego cuando hice el esfuerzo de estudiar para el examen empece a entenderlo y a simpatizar con el profesor. Con Holloway y con su libro pasa lo mismo, temas que trata como la teoría del valor no son fáciles y requieren de un lenguaje que en un primer momento suele chocar bastante. Saludos

Anónimo dijo...

Esta claro que cultivando tu psique adquieres mas conocimiento pero el problema es cuando el nivel es tal alto que solo lo entiende sus teólogos y ya no lo alcanza nada mas que unos pocos. El lenguaje en ocasiones debe de ser mas laborioso para llegar a una definicion pero el que habla debe de saber explicarse o sino se queda en su circulo;por mas que hables tu discurso se lo lleva el viento.
Donde esta la posicion de los sociólogos y filósofos sobre la actividad del suicidio, violadores , el terrorismo y tantos actos de barbarie? En sus circulos estos temas se están tratando pero no hay una tangente que nos de luces y comprensión.