domingo, 2 de julio de 2017

Tribu. Sobre vuelta a casa y pertenencia

Recuerdo hace unos años, mientras estaba haciendo zapping, deje unos instantes el Reality Show de “Perdidos en la tribu” y pasó algo que llamó mi atención. En ese programa, en el que unos africanos de una tribu se hospedaban con una familia del estado español, mientras iban por la calle uno de los africanos vio a un mendigo tirado en la calle y fue corriendo a ayudarlo, la familia de españoles corrió tras él para disuadirlo de que no lo hiciera y les costó lo suyo convencerlo. El africano dijo que ese hombre estaba enfermo y que había que ayudarlo, que como era posible que estuviese allí tirado, y la gente pasando, y nadie hiciera nada. Después le explicaron que era un vagabundo, que no estaba enfermo. Al africano le costó mucho comprender como en un país rico, como puede ser España, haya gente que viva en la calle y que nadie les ayude, el creía que aquí todos somos ricos.

Esta anécdota, entre otras muchas más, me ha venido a la cabeza mientras leía el interesante libro de Sebastian Junger “Tribu. Sobre vuelta a casa y pertenencia”. En cuanto leí la sinopsis del libro me llamó la atención y su lectura, a pesar de la brevedad del libro, no me ha defraudado en absoluto. Había leído muchas críticas a la sociedad moderna pero esta, que hace una breve comparación entre las diferencias entre la vida comunitaria de nuestros ancestros más lejanos y nuestra vida moderna, me ha causado verdadera impresión. Es más, hice un paréntesis en la lectura de “El apoyo mutuo” de Kropotkin para la lectura del libro de Junger y después continúe aquel por donde lo había dejado que no era otro capítulo que el de “La ayuda mutua entre los salvajes”, por lo que todo este tema llevo unas semanas dándole vueltas en mi cabeza. También he vuelto a releer el libro de “El Corazón de todo lo existente” la historia de Nube Roja que viene también al caso. Además todo ello se mezcla con las ultimas visiones que he tenido de “Bailando con lobos”, un hombre que prefiere la vida comunitaria con los indios que lo que le ofrecía la soledad de la sociedad moderna que empezaba a desarrollarse; de “El Renacido”, otro hombre que se junta con una mujer india y se queda a medio camino entre una forma de vida y la otra; y de “Acorralado”, un soldado de elite de la guerra de Vietnam que no encuentra su sitio en la individualista sociedad moderna y echa en falta la vida comunitaria que le ofreció la guerra.

Está claro, aunque no seamos capaces de verlo, vivimos en una sociedad en la que la enfermedad mental está a la orden del día. Aunque la felicidad sabemos que es subjetiva, y difícil de medir, la enfermedad mental no lo es y numerosos estudios interdisciplinares nos confirman que nuestra sociedad tiene altos índices de ansiedad y depresión de los individuos que la componen. El consumo de estupefacientes, legales e ilegales, ansiolíticos y demás medicamentos es algo alarmante. La descomposición de todo tipo de vida comunitaria, las rutinas de la vida moderna, la competitividad asfixiante que cada día nos ahoga más, el individualismo al ultranza, la poca empatía hacia nuestros iguales, nuestra incapacidad de ponernos en el lugar de los demás, la falta de objetivos en la vida tanto comunes como individuales en una sociedad que nos lo impide, etc… está haciendo que los niveles de ansiedad y depresión se hayan disparado. Todo ello es lo que hace que suplamos todas esas carencias con diferentes actividades como el consumo, el deporte, la ya mencionada ingesta de medicamentos, la pertenencia a grupos sociales de todo tipo, etc… la idealización que hacemos de todo aquello que no conocemos de manera directa también es fruto de nuestro malestar social, es nuestra utopia de escape. Además de todo esto, el individualismo y de la quiebra de los vínculos sociales hace que proliferen conductas totalmente antisociales.

 “La sociedad moderna ha perfeccionado el arte de hacer que la gente no se sienta necesaria” por ello es por lo que existe un malestar que muchas veces no percibimos. Ya durante la colonización de América se dieron infinidad de casos en los que los europeos se pasaron a formar parte de las tribus indias como en la película ya mencionada más arriba “Bailando con Lobos”. Ello desconcertó a muchos pensadores occidentales ya que según su visión ¿Cómo era posible que llegados al grado de desarrollo de la sociedad occidental, y la supuesta superioridad de esta frente a formas de vida anteriores como las de los indios, se diera un fenómeno en el que muchos europeos preferían vivir con aquellos? La “naturaleza profundamente comunitaria de una tribu india ejercía una atracción con el que las ventajas materiales de la civilización occidental no podían en modo alguno competir”. Sigmund Freud en su ensayo de 1930 “El malestar de la cultura” manifestaba su desconcierto ante la tendencia de los humanos a la idealización de condiciones de vida más sencillas, y a veces primitivas, y lo achacaba a la insatisfacción causada en el ser humano en nuestras sociedades modernas.

¿Qué es lo que hace nuestra sociedad tan poco atractiva que hace que desastres naturales y guerras sean echadas de menos, en innumerables ocasiones, por los individuos que las vivieron? La sociedad moderna, a la vez que a muchos nos ha liberado de la pobreza material y de la guerra, en vez de habernos dado mayor salud mental lo que ha hecho, al producir seres atomizados, es agravarla: “A menudo que las sociedades se hacen más ricas, tienden a exigir más, en lugar de menos, tiempo y compromiso al individuo, y es posible que mucha gente sienta que la riqueza y seguridad simplemente no son un buen trueque a cambio de la libertad”. Las horas de trabajo han aumentado considerablemente década tras década. La sociedad moderna no ha creado excedente de tiempo libre, pese a todas las promesas que las elites nos han hecho. Si comparamos las horas destinadas a la búsqueda de alimentos y las horas de recreo de las antiguas tribus, y las horas de trabajo y de ocio actuales, veremos que las diferencias son abismales. La modernidad lo que ha creado es “un ciclo desesperado de trabajo, obligaciones económicas y más trabajo”.

Lo que ha pasado, sorprendiendo a muchos psicólogos y estudiosos del tema, es que cuando hay una guerra o un desastre natural las enfermedades mentales, la ansiedad y las depresiones disminuyen considerablemente. La pertenencia a una comunidad, aunque sea temporal, y sentirnos útiles en múltiples tareas produce cambios muy significaticos en nosotros mismos.  En vez de confirmarse las teorías de que el hombre es un ser egoísta e individualista que necesita una autoridad fuerte para que la sociedad no caiga en el caos, sucede todo lo contrario, el sentimiento de comunidad y de ayuda mutua vuelve a la comunidad desintegrada y sorprendentemente, a pesar de las tragedias que viven, la salud mental mejora. Charles Fritz investigador que estudio los desastres en Estados Unidos “fue incapaz de encontrar ni un solo ejemplo donde las comunidades que habían sufrido acontecimientos catastróficos cayesen en el pánico prolongado, y mucho menos en nada que se aproximase a la anarquía” en el sentido peyorativo de la palabra. La “teoría de Fritz era que la sociedad moderna ha perturbado gravemente los vínculos que han caracterizado siempre la experiencia humana, y que los desastres empujan a la gente hacia una forma de relación más antigua y orgánica. Los desastres, defendía, crean una “comunidad de victimas” que permite a los individuos experimentar una conexión con los demás inmensamente tranquilizadora”. “Lo que parecen hacer las catástrofes –a veces en el lapso de unos poco minutos- es retrasar el reloj en diez mil años de evolución social. El interés personal se subsume en el interés del grupo porque no hay supervivencia fuera de la supervivencia del grupo, y eso crea un vínculo social que la gente echa muchísimo de menos”.

El individualismo atroz al que nos someten solo hace que perjudicarnos a nosotros mismos y a nuestros iguales: “Una persona que viva en una ciudad moderna o en una periferia puede, por primera vez en la historia, pasar un día entero –o una vida entera- encontrándose mayormente con completos extraños. Puede estar rodeada de gente y, sin embargo, sentirse profunda y peligrosamente sola”; La sociedad moderna “esta aquejada de algunas de las tasas más altas de depresión, esquizofrenia, salud precaria, ansiedad y soledad crónica de la historia humana. A medida que avanza la riqueza y la urbanización, las tasas de depresión y suicidio tienden a subir en lugar de bajar” Algo que no pasa con tanta intensidad en países con índices menores de desarrollo industrial en los que el sentimiento de comunidad es mayor, y por lo tanto el aislamiento social menor.

A pesar del individualismo reinante y de la imagen tan degradada que tenemos, y nos han vendido, del ser humano como un ser asocial y egoísta, esta situación se puede revertir porque en la adversidad el ser humano rompe los códigos que la sociedad le impone y crea los suyos propios volviendo a la comunidad. El ser humano de la sociedad moderna lo que hace es adaptarse a un medio hostil que le incita a competir con los demás para sobrevivir lo que le acarrea todas las nocividades que ya hemos expuesto, pero la realidad es que es un ser sociable por naturaleza como se demuestra cuando la sociedad moderna se quiebra. Ejemplos de desastres y guerras que nos confirman todo esto tenemos muchos; la tarea pendiente que tenemos como seres humanos es que estas comunidades, en las que el apoyo mutuo es lo que prima, sean permanentes y extensibles a toda la humanidad.

Cecilio Rodriguez



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenísimo

Anónimo dijo...

Muy bueno! Cierto, muchos señalan que hasta la época moderna el individuo no se entendía al margen de la colectividad y los dioses. Quizás porque la sociedad se encontraba constantemente amenazada por múltiples peligros. El tema de los dioses aunque parece una chorrada creo que es también muy importante para comprender ese pegamento de unión y vínculo colectivo, porque el mundo se explicaba a través de ellos, y no es hasta la modernidad cuando se sitúa el pensamiento racional e individual en primera línea, alejado de prejuicios irracionales. Esto se puede comprobar en obras como el "Discurso del Método" de Descartes.
Además, tal y como explicas en el artículo, algunos profesores todavía cuentan en las universidades cómo el nacimiento de la civilización y la jerarquización social y del trabajo dio paso a una especialización laboral. Las familias dejaban de ser autónomas, en el sentido de que ya no producía cada una todo aquello que consumía, por lo que debían dedicarse a tiempo completo a las labores asignadas. A diferencia de las sociedades de cazadores-recolectores (tribales), que según los estudiosos, la mayor parte del tiempo la dedicaban al "ocio", ya que sólo necesitaban producir lo que les era necesario para su supervivencia, el resto del tiempo no eran esclavos ni del trabajo ni de la ley.

Cecilio dijo...

Estamos de acuerdo compañero. El tema es que al final ni ellos eran tan "salvajes" ni nosotros tan "civilizados". Decir también que este tipo de libros y de debates los podéis encontrar en el Ateneo Libertario "Octubre del 36" de Segorbe todos los jueves y los viernes. Gracias por los comentarios. Salud!