domingo, 11 de diciembre de 2016

La Cólera de Ludd

“Y así, los compañeros de Ludd marcharon con paso firme a devastar máquinas, y en efecto devastaron infinidad de ellas. Y los poderosos fueron presa de un terror que se les agarró con fuerza a las entrañas”.
                                                                                                                                   Apólogo del mecanoclasta.

Seguimos pensando que la Historia no se puede despolitizar, ya que esto es lo que requiere su mercantilización. Para venderla al mercado es necesario vaciarla de todo su contenido para agradar a todos, y que aquellos a los que pudiera servir su conocimiento no extraigan sus propias conclusiones. El libro del que vamos a hablar “La Cólera de Ludd” de Julius Van Daal, editado por Pepitas de Calabaza en 2015, no es un libro objetivo; el autor lo reconoce abiertamente y se posiciona en el bando de los pobres, algo que dice mucho de él en un ámbito en el que ya pocos lo hacen.

El libro se centra en la rebelión Ludita de principios del s.XIX en Inglaterra y aunque pueda parecer que es algo del pasado, quien no vea la historia como algo cerrado podrá ver las múltiples similitudes de la época de los luditas con la nuestra. Fue una época de un cambio radical que produjo un malestar creciente de la población que les llevó a cuestionarse las cosas y a tomar partido activo en lo que estaba pasando. Con la destrucción de las maquinas que les robaban el trabajo y lo convertían en algo inhumano, se opusieron al primer industrialismo. Fué el paso de la producción manual a la producción fabril mecanizada, proceso que deja mucho que desear. Para muchos historiadores este cambio, aunque produjo alteraciones, desordenes y miserias, era necesario ya que se posicionan al lado de la burguesía y de la falacia de la teoría del Progreso. Para muchos de ellos la miseria que creó, crea y seguirá creando el industrialismo, deben de ser nimiedades.

Los desheredados de Inglaterra pasaron en poco tiempo de vivir en pequeños pueblos en los que la producción era manual y en comunidad, sin atender a horarios ni fechas, y con múltiples tareas; a una forma de producción mecanizada en fábricas, con horarios, con tareas individuales y segmentadas, en ciudades grises y mugrientas en las que ya no era lo humano lo que marcaba los ritmos si no la mercancía y la máquina. Fueron los comienzos de lo que hoy conocemos. Toda una sociedad entera puesta al servicio de una elite burguesa para la producción de mercancías en la que ya no es lo humano lo que importa si no la máquina y su producción. Era el comienzo de la maquina industrial en la que todo el mundo se tenía que poner a su servicio y se tenían que poner las condiciones para empujar a la población hacia ella. Para que el cambio fuese posible fue necesario ir degradando los antiguos estilos de vida en un largo periodo de tiempo a través de múltiples formas como la privatización de las tierras comunales, el incremento de la competencia, el encarecimiento de los productos básicos…etc

Puede parecer todo esto muy exagerado pero lean ustedes cualquier testimonio de la época y descubrirán en que se asienta nuestros sistema actual. Es aquí cuando la burguesía empieza a elaborar sus teorías sobre el sometimiento de los pobres hasta la creación del “homo economicus” de hoy en día. Empiezan a elaborarse teorías de que el beneficio privado, que es la búsqueda individual del interés personal lo que traerá la prosperidad pública, es decir, es el egoísmo de cada uno separado de los intereses de su comunidad lo que hará evolucionar a esta. En 1789 Jeremy Bentham afirmaba que “la felicidad es la posibilidad de consumir el mayor número  posible de bienes materiales” y fue él el inventor del “Panóptico”, el modelo de prisión que colocaba, y coloca, a los presos bajo la mirada del vigilante, basándose en la fábrica que su hermano tenía en Rusia. Aquí podemos observar que las fábricas y las cárceles nacieron en la misma época y que, junto a más tarde la escuela, nacieron bajo los mimos patrones. También estaba Malthus a quien le gustaba decir “El hambre empujará a los indigentes hacia la fábrica”. Resumiendo: se empezaban ya a elaborar las teorías para el sometimiento de los pobres tanto moral como físicamente para que se adaptaran tanto a la maquina como a el ideario burgués de aquellos.

Y de aquellos barros vienen estos lodos. Más arriba he mencionado que existen muchas similitudes entre aquella época y la nuestra, asunto que a muchos de aquellos influenciados con la teoría del Progreso les puede llamar la atención pero ¿cuáles son?. Por poner solo un ejemplo: a finales del s.XX muchas empresas textiles españolas como Inditex empezaron en pequeños talleres de muy pocos trabajadores. Inditex, en un momento dado, les empezó a presionar, debido a la competencia esa de la que nuestros políticos nos hablan como si fuera una virtud, y empezaron a aumentar su producción, a presionar a sus trabajadores y a vender sus mercancías cada vez más baratas hasta que un día ya no pudieron más y la producción se lleva a Asia, a grandes fábricas en las que los trabajadores están en unas condiciones lamentables. Los procesos ahora son mucho más cortos que en aquella época, pero son los mismos. Gran parte de la producción de las mercancías en la actualidad se basan en la esclavitud, en unas condiciones físicas y de salario lamentables mientras los empresarios hacen pingües beneficios sobre ello y el sistema los pone como los ejemplos a seguir. La extracción de valor, cada día es más difícil debido a la competencia salvaje que existe. Lo vemos todos los días, si no fuera por el trabajo esclavo el sistema en el que vivimos no se sostendría.

Con el proceso de monetización y mercantilización de todo lo existente a lo largo de la historia del capitalismo ha llegado un momento que aquella supuesta integración en el sistema de los más pobres va a dejar de ser una realidad, si es que algún día lo fué. Cada vez más porciones de la población van a dejar de ser útiles para la producción de valor y de mercancías. Se calcula que para 2020 la tecnología va a destruir 5 millones de puestos de trabajo. Ya no se trata de seguir aferrándose a un sistema que te exprime y te expulsa, si no de crear algo nuevo en lo que lo humano, y no la maquina o la mercancía, sea lo primero.

Interesantísimo libro que nos han suscitado todas estas reflexiones y que sabemos que no será la última vez que aparezca citado por este blog. Nos dejamos muchísimas cosas en el tintero pero ya sabéis que tenéis este libro a vuestra disposición en el Ateneo Libertario “Octubre del 36”. Para terminar os dejamos con una de las cartas que Ned Ludd le envió al ministro de Hacienda Nicholas Vansittart cuando aceptó el cargo:

Señor

Puesto que ha aceptado usted el puesto de Ministro de Hacienda, espero que la suerte de su predecesor [Spencer Perceval, que ha ocupado el mismo puesto de 1807 a 1809] le inculque a usted cierta sensatez; pues si está determinado a perseverar en sus iniquidades y a oprimir a los pobres como él hizo, es porque ha decidido compartir su misma suerte. Aunque apuesto a que la legitimidad de su muerte tendrá algún efecto sobre su conducta y que, en consecuencia, hará todo lo que esté en su poder para constatar y corregir las desgracias que él causó; de no ser así, sufrirá las consecuencias. Le ofrezco discretamente este consejo; si no lo aprovecha, será culpa suya. Será vigilado estrechamente y, si no se determina una mejora inmediata de la suerte de los pobres, dentro de poco recibirá noticias mías.

Sinceramente suyo,

                                                                                                                                      Ned Ludd

Sinceramente vuestro:


                                                                                                                       Santiago Fernández

No hay comentarios: